domingo, 14 de agosto de 2016

El vacío que viene después de la tormenta

La pequeña niña ya ha dejado de llorar y ni siquiera se ha dado cuenta. Tal vez porque de tanto convertir sus penas en sal se ha dejado llover al completo.
 
La tormenta poca cosa le ha dejado: textos desordenados y un vacío que rellena con canciones que ya ni se molestan en poner en la radio. Una lástima.

A veces piensa que sus canciones le hablan. Algunas le gastan bromas de mal gusto mencionando todo aquello que intenta dejar atrás, otras le lanzan reprimendas por estúpida. Se merece todas y cada una de ellas. También hay de las que le sirven de analgésico y le hablan del tiempo, pero hace mucho que le ha confiado todo y al parecer se hace de rogar. Una patada en el culo para quien considera la impaciencia como forma de vida.

Últimamente confía menos en todo el mundo. Camina con cautela entre las multitudes por si alguien decide clavarle un cuchillo por la espalda. Ya conoce ese cuchillo, sólo que la última vez se lo clavaron en el pecho y dolió más. La herida sigue abierta y teme que se infecte porque ya no le queda medicamento alguno para sanarla.

Escribe. Escribe porque no sabe hacer nada más. Escribe porque así le duele sólo la muñeca y el nudo en la garganta deja de ahogarla momentáneamente. Escribe porque es la única forma de no tropezarse con las palabras; le cuesta muchísimo menos que hablar. También porque es algo que, en el fondo, nadie le ha enseñado a hacer.

Desde hace un tiempo su corazón ha pasado a ser una libreta de tapas negras que palpita con cada roce de tinta. Antes escribía con lápiz porque le temía a los fallos, pero luego se pasó al bolígrafo porque confiaba más en sus palabras. Ahora estas se ahogan entre tachones, pero le gusta la mancha de tinta de apariencia imborrable que se perfila en su meñique cuando da rienda suelta a sus vocablos. Le gusta pensar en ella como su marca personal, aunque suele pasar desapercibida para la mayoría de la gente.

Prefiere escribir por la noche, cuando casi todo el mundo duerme y la calle le responde con murmullos sueltos; le da un aire bohemio que la cautiva. Sin embargo, todo aquel que precie el arte sabe que este nunca espera, y se descubre escribiendo cuando el sol está en su punto más alto, aunque no es difícil encontrarla así a todas horas.

Si por ella fuera, lo escribiría todo. Escribiría en vez de respirar porque es mucho menos doloroso. Se perdería y se volvería a encontrar entre las letras de un poema que parece no acabarse nunca. Se columpiaría en los puntos y las comas de esas oraciones que tienen muchísimas más cosas que decir de las que se ven escritas y alargaría los suspiros de las vocales. Dormiría en las sinalefas y jugaría a saltar de sílaba en sílaba hasta cansarse. Se deslizaría por los acentos y haría malabares con las diéresis, y al final de cada verso se dejaría caer. Saltaría sin miedo alguno cual kamikaze, porque no le teme a sus palabras y cree firmemente en la poesía. Esta siempre encontraría la forma de salvarla, de la misma forma en que lo hace a día de hoy. Pero nada es como le gustaría que fuera.

Deja el bolígrafo a un lado en la mesa y cierra su libreta. Suspira. A veces sus palabras parecen un conjuro, la hipnotizan mientras desliza su mano sobre el papel y la hacen feliz. No obstante, nada ha cambiado. La pesadumbre vuelve con el punto final. Lloverá sobre mojado.

2 comentarios:

  1. Hola!! Por fin me paso por aquí. He tardado un poquito pero ha merecido la pena :)
    Me gusta como escribes, me he sentido identificada en muchos de tus escritos.

    Un beso. Nos leeemos!!

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    Respuestas
    1. Hola!! Me alegra mucho verte por aquí ^^. Lo siento si he tardado en responder, he estado unos días un poco inactiva en las redes.
      Eres bienvenida a estos páramos siempre que quieras.
      Otro beso para ti!

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