La pequeña niña ya ha dejado de
llorar y ni siquiera se ha dado cuenta. Tal vez porque de tanto convertir sus
penas en sal se ha dejado llover al completo.
La tormenta poca cosa le ha
dejado: textos desordenados y un vacío que rellena con canciones que ya ni se molestan
en poner en la radio. Una lástima.
A veces piensa que sus canciones
le hablan. Algunas le gastan bromas de mal gusto mencionando todo aquello que
intenta dejar atrás, otras le lanzan reprimendas por estúpida. Se merece todas
y cada una de ellas. También hay de las que le sirven de analgésico y le hablan
del tiempo, pero hace mucho que le ha confiado todo y al parecer se hace de rogar.
Una patada en el culo para quien considera la impaciencia como forma de vida.
Últimamente confía menos en todo
el mundo. Camina con cautela entre las multitudes por si alguien decide
clavarle un cuchillo por la espalda. Ya conoce ese cuchillo, sólo que la última
vez se lo clavaron en el pecho y dolió más. La herida sigue abierta y teme que
se infecte porque ya no le queda medicamento alguno para sanarla.
Escribe. Escribe porque no sabe
hacer nada más. Escribe porque así le duele sólo la muñeca y el nudo en la
garganta deja de ahogarla momentáneamente. Escribe porque es la única forma de
no tropezarse con las palabras; le cuesta muchísimo menos que hablar. También
porque es algo que, en el fondo, nadie le ha enseñado a hacer.
Desde hace un tiempo su corazón
ha pasado a ser una libreta de tapas negras que palpita con cada roce de tinta.
Antes escribía con lápiz porque le temía a los fallos, pero luego se pasó al
bolígrafo porque confiaba más en sus palabras. Ahora estas se ahogan entre
tachones, pero le gusta la mancha de tinta de apariencia imborrable que se perfila
en su meñique cuando da rienda suelta a sus vocablos. Le gusta pensar en ella
como su marca personal, aunque suele pasar desapercibida para la mayoría de la
gente.
Prefiere escribir por la noche,
cuando casi todo el mundo duerme y la calle le responde con murmullos sueltos;
le da un aire bohemio que la cautiva. Sin embargo, todo aquel que precie el arte
sabe que este nunca espera, y se descubre escribiendo cuando el sol está en su
punto más alto, aunque no es difícil encontrarla así a todas horas.
Si por ella fuera, lo escribiría
todo. Escribiría en vez de respirar porque es mucho menos doloroso. Se perdería
y se volvería a encontrar entre las letras de un poema que parece no acabarse
nunca. Se columpiaría en los puntos y las comas de esas oraciones que tienen
muchísimas más cosas que decir de las que se ven escritas y alargaría los
suspiros de las vocales. Dormiría en las sinalefas y jugaría a saltar de sílaba
en sílaba hasta cansarse. Se deslizaría por los acentos y haría malabares con
las diéresis, y al final de cada verso se dejaría caer. Saltaría sin miedo
alguno cual kamikaze, porque no le teme a sus palabras y cree firmemente en la
poesía. Esta siempre encontraría la forma de salvarla, de la misma forma en que
lo hace a día de hoy. Pero nada es como le gustaría que fuera.
Deja el bolígrafo a un lado en la
mesa y cierra su libreta. Suspira. A veces sus palabras parecen un conjuro, la
hipnotizan mientras desliza su mano sobre el papel y la hacen feliz. No
obstante, nada ha cambiado. La pesadumbre vuelve con el punto final. Lloverá sobre
mojado.
Hola!! Por fin me paso por aquí. He tardado un poquito pero ha merecido la pena :)
ResponderEliminarMe gusta como escribes, me he sentido identificada en muchos de tus escritos.
Un beso. Nos leeemos!!
Hola!! Me alegra mucho verte por aquí ^^. Lo siento si he tardado en responder, he estado unos días un poco inactiva en las redes.
EliminarEres bienvenida a estos páramos siempre que quieras.
Otro beso para ti!