sábado, 31 de diciembre de 2016

Hasta el año que viene

Cada vez queda menos para despedir el año, y qué putas ganas.

Echa la mirada atrás y ve más errores que aciertos: ve a una chica que no hacía más que apostar por causas perdidas, porque tenía una esperanza ciega puesta en los demás. Observa en su mente el momento en que dio un pequeño paso hacia el futuro, pensando más en el “qué quiero ser” que en el “quién quiero ser”, y también el momento en que unas palabras sinceras y confiadas hicieron que, de tan nerviosa que se puso, le temblara todo el cuerpo. Se había sentido tan feliz para luego acabar tan rota.

No había hecho más que desear volver atrás, fiel al síndrome de abstinencia que la mataba por dentro. El verano se hizo algo más invierno y luego inevitablemente llegó octubre. Odia octubre, porque fue él años atrás quien le hizo darse de bruces contra la realidad.

Buscó refugio y lo encontró en la música. Fue a un par de conciertos que la revivieron y cantó a voz de grito.

Escribió sin parar y se reprendió a sí misma por no saber hablar de más temas, porque entonces las palabras se rebelaban en su contra.

Y conoció a unas cuantas personas poesía que, aunque fueran de apariciones un tanto intermitentes y en ocasiones ni siquiera supieran el efecto que causaban en ella, fueron un soplo de aire fresco.

Ahora que este año está llegando a su fin, no para de pensar en qué le deparará el próximo. Recuerda que fue ella quien dijo una vez que dejar que tantas cosas dependieran de las vueltas da la Tierra alrededor del sol le parecía increíblemente estúpido, y sigue pensándolo. No cree en que una cuenta atrás y una lista de propósitos bienintencionados puedan cambiar una vida, pero joder, de tantas veces que la fortuna ha estado en su contra, alguna tiene que ser la buena. Y espera que llegue pronto.


Hasta el año que viene.