Hoy quiero escribirte y perderme
entre cada una de mis palabras, siempre y cuando acaben llevándome hasta ti.
Quiero inmortalizar todas tus sonrisas y cada uno de tus besos en un trozo de
papel, simplemente para abrazarte cuando estés lejos. Ya sabes cuánto me gustan
y cuánto se nota su ausencia.
Los restos de nuestro último
domingo se me escapan entre los dedos sin poderlo evitar. Cualquiera diría que ese domingo fue ayer. Sin
embargo, me parece ya tan lejano que sólo espero que llegue el día en que podamos
repetirlo y aferrarnos fuerte para que nunca más se escape.
Y aquí me ves, buscando las
palabras adecuadas entre un repertorio al parecer un tanto escaso. En mi radio
suena una y otra vez el mismo disco y el regusto del té aún besa mis labios. Se
me antoja el momento ideal para pensarte, ahora que el tiempo fluye impasible
tras la ventana pero se detiene a mi alrededor.
Si pudiera, te escribiría a
besos. Fuera palabras y adiós a los muros del lenguaje, porque a amar no se
aprende con palabras y mucho menos se retiene en un espacio tan pequeño como el
de una hoja de papel.
Y me pregunto si en un par de
vocablos se puede expresar aquello que siento o si estos se tratan simplemente
de un punto de partida ante la frontera entre aquello que es tangible y aquello
que no lo es.
A todo esto, confieso que ese par
de palabras lleva un tiempo revoloteando por mi mente y creo que al final las
voy a soltar. No te mentiré, son palabras valientes, fuertes pero livianas en
los oídos, y de las que no se dicen a la ligera ni sin convicción. Pese a todo,
diría que ya llevan algún tiempo proclamando tu nombre.
Estoy decidida; las voy a soltar.
Sin embargo, me apetece algo a cambio. ¿Qué tal si ponemos, por ejemplo, un
beso?
A propósito:
te quiero.