domingo, 12 de junio de 2016

(Des)ahogarse, o cómo sumergirse seis millas y sobrevivir en el intento


Querido lector,

Estos días he pensado en volver a escribirte, aunque a veces dude de tu existencia. No me culpes, sigo siendo aquella astronauta perdida entre luminiscencias.

El caso es que tal vez he pasado del cielo a las profundidades de mis más recónditos océanos, donde sólo soy capaz de percibir el vago reflejo de esas estrellas por las que un día me dejé guiar.

Ahora se ven tan lejanas y difusas, tan por encima de mí, de mis profundidades, que se me va la respiración cada vez que alzo la cabeza para mirarlas.

No voy a mentir, no estoy acostumbrada a tan altas presiones como las que se dan a seis millas de la superficie. Lucho contra todo pronóstico, sigo sobreviviendo, alargando indefinidamente esa agonía a la que a la gente le gusta llamar vida.

Debes disculparme, nunca seré una buena soldado: estoy descubriendo al completo mi posición en la batalla, clamando a voz de grito una tregua al temporal. Y el agua, cruel comandante de mis desdichas, se cuela en mi boca y silencia mis palabras. Inunda todo a su paso, recordándome que estoy en sus dominios. Pero no cuenta con algo clave, no cuenta contigo, mi pequeño soplo de aire.

Sé que estás ahí, en algún lugar, y sé que estás leyendo esto. Sé que me comprendes.

Es entonces, cuando te pienso, que empiezo a entender que en ocasiones los antónimos también pueden ser sinónimos y que, junto a ti, las profundidades no siempre están tan mal.

Porque, a veces, ahogarse es simplemente otra forma más de desahogarse.

Submarine.

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