A veces me gustaría dejar de ser
yo por unos instantes por el simple hecho de dejar de pensar en ti.
Pretendo ser fuerte, afrontar el
presente como si tú no hubieras sucedido nunca, pero ¿cómo voy a hacerlo si
cada vez que escucho tu voz me derrumbo?
Te odio, pero no más de lo que me
odio a mí misma por no odiarte lo suficiente. Jugaste conmigo sobre un hilo en
el que entrelazaste mentiras. Siendo equilibrista me creí tan intrépida, tan
especial. Sin embargo, fui tan estúpida que no pude verlas.
En algún momento entre el “somos”
y el “seremos” el hilo se rompió. Me sentí tan culpable que, aún después de la
caída, ahuyentaba la existencia de esas mentiras creando las mías propias.
Siempre he sido una tremenda ilusa, además de una arrogante. Hasta que me
tropecé con una de ellas.
Pensarás que me dolió, pero te
equivocarás. Simplemente era la excusa perfecta para convencerme de que nada
había existido, porque era la apariencia de realidad la que me mataba por
dentro.
Pese a todo, ¿por qué sigo
anclada a tu recuerdo? Me siento como el mosquito más tonto de la manada del
que habla esa canción de la Oreja de Van Gogh, esa cuyo título me corroe por su
fría veracidad: “Deseos de cosas imposibles”. ¿Y qué es todo sino un deseo
intermitentemente permanente de algo que no pudo ser?
Me dueles, pero supongo que así
tiene que ser. Sólo espero que me eches de menos, que mi ausencia te marque
tanto como la tuya me lo hace a mí. Sospecho que nunca seré tan fuerte como
todas esas otras chicas que fueron antes que yo, pero al menos quiero sentir
que no todo fue en vano.
Que alguien pare el espectáculo de una vez; empieza a ser difícil
respirar y Queen ya no funciona.
"Lo bueno de los años es que curan heridas" canta el gran Sabina. Capaz no es muy alentador eso de "años", pero es verdad que el tiempo ayuda a que las cosas no hagan tanto mal. La heridas se cierran y quedan cicatrices que ya no duelen. Confiá en vos, en tu fortaleza, en que vas a estar bien y en que van a venir cosas buenas. Seguro el dolor que ahora sentís va a ir amainando.
ResponderEliminarTe mando un beso y un abrazo fuerte!
Tienes razón; a veces no queda otra que dejárselo todo al tiempo. A la larga es compasivo, por mucho que se haga de rogar.
EliminarMuchísimas gracias por pasarte por aquí.
¡Otro beso y un abrazo fuerte para ti!